El resucitador… Por Salvador

La función que más y mejor desempeñaba en la vida era la de resucitador. Todos los días, a las nueve de la mañana, el hombre, jardinero jubilado, con una flor asomando por el bolsillo delantero de su chaqueta, como un tercer ojo, cruzaba el umbral de la Biblioteca Municipal, y entre sus paredes permanecía hasta la hora del almuerzo. Mientras leía y leía y leía, el aliento de sus ojos devolvía la vida a los libros difuntos.