No me gustan las despedidas, nunca me gustaron. Ver a través de la ventanilla el gesto de despedida que esa persona querida te hace desde el andén. Las palabras de un adiós en la distancia a través del teléfono que no quieres colgar. La tristeza hurgando en el interior, las lágrimas luchando para no salir. El último beso, ese que recuerdo dulce y a la vez amargo, y ahora, una flor, la que deposito sobre este frío trozo de mármol deseando que sientas su olor, deseando que escuches los latidos de mi corazón enloquecido, deseando que puedas sentirme, deseándote a ti que ya no estás. Al partir… al partir te llevaste mi alma. Recordando tu último beso, te regalo una última flor.