La mirada al frente… Por Lourdes A.

Al partir, un  beso y una flor… la mirada al frente, el corazón encogido. Madre decía que no había que llorar, que nos echaban por ser judíos. Yo quería preguntar qué iba a ser de nuestra casa, del taller de orfebrería. Padre simplemente callaba. Era el único que no parecía triste. Lo extraño era que durante la última semana antes de nuestra partida había trabajado más horas que nunca. Había dicho que nos esperaba un largo viaje y había que reforzar las suelas de los zapatos y las ataduras. A mí me parecía que pesaban tanto por la tristeza de abandonar el hogar con todas sus pertenencias.

Cuando quedaron atrás las fronteras, ya libres del peligro, padre nos confesó que entre toda la familia habíamos sacado todos los diamantes del taller, en el falso hueco del tacón del calzado. Más allá del mar, el sol brillaba intensísimo.