Se trata de un momento especial para los que escribimos y publicamos, momento de mostrar y explicar el resultado de tantos esfuerzos y tantas ilusiones. Se cuenta siempre con el apoyo incondicional y el empuje de la familia. Además están los lectores desconocidos con los que a uno le gustaría charlar y cambiar impresiones, lectores que te han seguido y les gusta lo que escribes. Esos mismos lectores que imagino leyendo mis libros en un cómodo sillón o entre las sábanas poco antes de dormir. El año que presenté “Historias Azules” se levanto una chica en el turno de ruegos y preguntas, lectora desconocida, que dijo que ya había leído el libro y que le había cambiado la vida. Ni que decir tiene que me quedó impresionado. También a las presentaciones suelen venir viejos y más nuevos amigos, los que siempre están a tu lado. Pero luego están las sorpresas con las apariciones de antiguos compañeros de instituto o de Facultad o personas que he ido conociendo en mil circunstancias de la vida, gente a la que hace mil años que no ves aunque el cariño por ellos siga intacto. Recuerdo que en la presentación de Tomares apareció la hija de Andrés Magdaleno, maestro en mi primer trabajo y, sin embargo amigo, ya fallecido por desgracia, que casi hizo que se me saltarán las lágrimas por fuera, por dentro saltaron y muchas pues hacia demasiado tiempo que no la veía. Ojalá algo de todo esto pase el sábado, día 22 de abril a las 13 horas en la Feria del Libro de Cáceres.