– ¿Te parece? – preguntó ella, mientras jugueteaba con aquella orquídea que engalanaba su magnífica cabellera.
– No es que me parezca – le contesté – Estoy seguro de que es así.
– ¿Bien seguro? – sus ojos azules me contemplaban incrédulos.
– Completamente seguro.
Se rio como solamente ella era capaz de hacerlo.
– No te creo – sacudió sus rizos rubios – Yo sé bien que tú no lo disfrutarías de la misma manera.
– Puedes creerlo querida mía…
Sus labios rojos intentaron interrumpirme una vez más.
– … viajar solo puede resultar una experiencia verdaderamente maravillosa – continué sin inmutarme.
Ella ya no me escuchaba; se precipitaba irremediablemente hacia el Océano Índico. Le lancé un beso de despedida y la orquídea que se le había desprendido. Volví a cerrar la trampilla y continué piloteando el helicóptero hasta Bali. La voz de Nino Bravo me acompañaba desde el reproductor de música.