Dulce juego amargo… Por Eva Castro

Sé que nuestra historia no tiene futuro, que son irracionales mis sentimientos. Mi corazón se acelera cuando te intuyo y una sonrisa tonta se pinta en mi rostro cuando me alcanzan tus pupilas. Jamás pensé que pudiesen existir unos ojos capaces de traspasar el alma de una persona llenándola de algo parecido a la felicidad. Y sé que ni tú ni yo romperemos esa fina línea que separa nuestro juego de lo que llegaría a ser una traición a los nuestros. Ambos sabemos que no seríamos capaces de hacerles daño. Por eso, cuando descubrí tu carta hábilmente oculta entre las páginas de mi libro se me escapó un suspiro, ay, amor, mi vida… susurré.

– ¿Qué dices, cariño? – preguntó mi esposo levantando la vista del periódico.

– Nada, mi amor, – contesté azorada – observaba la orquídea que me regalaste ayer y solo decía: es la flor de mi vida.