Se creía un gran escritor, hasta que leyó la novela que le había enviado un colega. Qué historia. Qué descripciones más precisas y hermosas. Qué metáforas. Qué retruécanos. Qué originalidad.
Cuando leyó el manuscrito por segunda vez, estuvo a punto de colgar la pluma. A punto. No lo hizo gracias a su vecino Valentín, un septuagenario que, años atrás, había trabajado como jardinero municipal.
-Paciencia, Ángel, paciencia. La flor procede de una semilla y del abono y del agua. Siembra tu campo, quizá algún día florezcan las flores de tu vida. Hasta entonces, paciencia y trabajo.
En cuanto Ángel cruzó el umbral de su vivienda, abrió un libro y se puso a leer con el diccionario al lado. Ya habría tiempo de desenfundar la pluma.