SOLO EL PRIMER MILLÓN CAUSA DOLORES

SOLO EL PRIMER MILLÓN CAUSA DOLORES 

-¿Y a qué debo la visita, Venancio? ¿No estás feliz en tus sillones?

-Hombre, Don Baldomero, con los dos puestos yo de mil amores.

-Entonces… ¿Por qué esa palidez, tal desazón, esos sudores?

-Bueno, es que…

-¿No te lo llevas calentito en blanco, en negro y de todos los colores?

-Que sí, que pega no he de poner, aunque estoy sufriendo horrores.

-Venancio: ¿Conciencia? ¿Miedo? ¿Un ataque de valores?

-¡Ay, Don Baldomero! Últimamente son tantos mis temores.

-¡Habla, tontaina! Arranca, que me tienes hasta los mismísimos bemoles.

-Entiéndame, Señor: con estos viajes rumbo a Andorra yo defeco en los calzones.

-Venancio, alma de cántaro: solo el primer millón causa dolores.

-Ya, Don Baldomero,…

-Después venga “chaletes”, cochazos, “restauranes”, pasta para tres generaciones.

-Ya, Don Baldomero,…

-Y la gran vida: joyas, trajes, coca, copas, picaderitos, hembras y condones.

-Sí, bien que lo sé.

-En el peor de los casos… un par de añitos en prisiones.

-Claro, Don Baldomero.

-Espabilando, buen hombre… ¡A trincar billetes! ¡Que lluevan los millones!

-Por supuesto, quedan bolsas de basura para llenar. Tengo montones.

-Eso, Venancio… Ponte en marcha. De guante blanco, pero al fin y al cabo ladrones.