Los médicos no podían entender cómo la moribunda soportaba una agonía tan prolongada.
-No se preocupe, doctor, mañana me moriré.
-¿Por qué mañana?
-¿Qué día es mañana? –preguntó a su vez la mujer.
-Mañana es 14 de febrero… ¡San Valentín!
-Exacto, y yo estaba enamoradísima de mi difunto marido.
-Pero… ¿No creerá usted que…? –El doctor se mordió la lengua.
-Lo creo, doctor, ya ve, soy una empedernida romántica.
La mujer murió como anunció, al día siguiente. Cuando el doctor certificó su muerte, dejó sobre el pecho de la difunta unas alegrías y una tarjeta con la siguiente leyenda: “Aquí yace una mujer eternamente enamorada”.